16 noviembre 2009

Interiores


Voy escurriendo, poco a poco,
del misterio de una pared.
Hay un suelo que me espera
mientras hago mi camino
de manchas,
de hilos como hebras de sudor.


Y antes de llegar
a la parte más baja,
el gris de la pared me absorbe
a sus entrañas.
Voy penetrando
y desde entonces no me voy.


Me he vuelto de piedra:
mis vísceras son de piedra,
soy piedra entera, desde
la sangre hasta la piel
y miro con los ojos del color
de la noche.


Ahora me construyo cual casona vieja,
con sus solitarios rechinidos
y esquinas bordadas de telarañas.
Así, ¿cómo hacerle el amor a un muro?

Soy pequeña


Soy pequeña, una esquirla de rocío,
frágil como pluma al viento,
un granito de arena que
se esconde bajo otros más;
insignificante sustancia material
que todo lo acostumbra...


Hay una luz en la ventana,
junto a mi luna particular,
y titila, me dice cosas como un canto
y advierto que soy tan pequeña
como jamás.


El mundo es una maravilla.

Condena




Imperdonable
Quemas poco a poco mi esperanza,
contaminas las yemas de mis dedos,
que aún saben a tu sal.
Eres mil veces el asqueroso calor que me mató una tarde,
una especie de pesadilla eterna.
Aquí y en cada rincón suelto una frase de despecho y condena
con la jodida imagen de tu felicidad putrefacta,
olor a vientres ajenos.
No te quiero vivo,
me disgustan los desvelos que me provocas,
imperdonable. 
Si mis maldiciones hacia ti fueran una oración,
hoy sería dueña del cielo.