Arráncate de mí, quita las costras, lava la herida. Que no quede nada tuyo en mi piel, ni siquiera la huella de un encuentro primero. Sé bueno por un instante y compadece a este corazón que está a punto de parar su latido. Escucha su ritmo cada vez más lento. Apiádate de mí, ahora que estoy sola de tu cuerpo, ahora que no estoy más entre tus brazos. Haz algo por calmar este vacío a tu medida. No soy más que una mujer que te pide recordar un poco esa ternura, quien te suplica borrar tu recuerdo, si me hace daño saber de ti, saber que vives, saber que amas, mientras yo me arrastro por la sombra del rechazo y la farsa elaborada, muerta en vida.
Es que la lluvia en mi interior no cesa. Se perdió el sentido de la verdad, de la confianza y de todo cuanto creí total. Si pudiera dormir y olvidarte... mi cuerpo está cansado de extrañar, y no hay en mi mente más temor que algún día encontrar de nuevo tu mirada y ver en ella la vergonzosa caricatura de lo que nunca existió.
Daría todo por una razón, por escuchar de tus labios una razón para matarme, para mentirme, un motivo para abrir el suelo y dejarme caer en el abismo. Daría todo por una palabra sincera. Daría mil noches de sueño si con ello olvidara la tibieza de tu piel y el sabor de los besos escondidos. Porque así como estoy, desgarrada y en penumbras, no puedo sino maldecir todo, al tiempo que me trago el llanto que todos prohíben.
Si tomaras mi mano un instante y escucharas lo que mi corazón, lento en su palpitar, es capaz de gritarte sin soltar siquiera un murmullo. Te abrazaría aun sin merecer mis caricias. Te besaría, a pesar de no merecer el calor de mi aliento. Te endulzaría la vida... y aquí estoy, esperándote incluso. Esperando con la certeza de no verte llegar jamás. Con este dolor que dejaste, cubierta del polvo del recuerdo y lavando a diario el olor de tu piel entre mis piernas. Ten piedad, escucha y hazlo por mí. Roba de mi vida lo que es tuyo y harás que aquella mujer que encontraste reaparezca al mundo y sonría la llegada de un nuevo amor.
Devuélveme la luz que había en mis ojos, devuelve mi tiempo, mi espacio, regresa mi rutina a donde pertenece y no alteres más mis pensamientos así... Hazlo por compasión. De rodillas me pongo ante ti, despojada de orgullo, olvidada de la dignidad. Regrésame la vida que te entregué sin pensarlo. ¿No ves acaso que estoy muriendo? ¿No ves que este dolor que has causado se vuelve cada día más insoportable y más profundo? ¿No ves que no es verdad que soy fuerte? ¿Que no puedo más con esta soledad, con todo aquello que me hace pensar aún en ti? Será lo último que pida, un simple favor.
Y ni todas las palabras que pueda escribir, ni todas los silencios que me inspires serán suficientes para expulsar de mi alma las ruinas de cada momento en tu vida, si todo cuanto me rodeó formó parte de un mundo compartido, cuando las pequeñas cosas, lo desagradable y lo inexistente, de pronto se transformó en el escenario más bello y vivió para alegrarnos, para hacerme renacer y creer que tu voz era cierta. Llévate, pues, todo cuanto es tuyo y alivia mi herida. O que tu vida se cubra del más oscuro abismo.