25 junio 2009

Piedad


Arráncate de mí, quita las costras, lava la herida. Que no quede nada tuyo en mi piel, ni siquiera la huella de un encuentro primero. Sé bueno por un instante y compadece a este corazón que está a punto de parar su latido. Escucha su ritmo cada vez más lento. Apiádate de mí, ahora que estoy sola de tu cuerpo, ahora que no estoy más entre tus brazos. Haz algo por calmar este vacío a tu medida. No soy más que una mujer que te pide recordar un poco esa ternura, quien te suplica borrar tu recuerdo, si me hace daño saber de ti, saber que vives, saber que amas, mientras yo me arrastro por la sombra del rechazo y la farsa elaborada, muerta en vida.


Es que la lluvia en mi interior no cesa. Se perdió el sentido de la verdad, de la confianza y de todo cuanto creí total. Si pudiera dormir y olvidarte... mi cuerpo está cansado de extrañar, y no hay en mi mente más temor que algún día encontrar de nuevo tu mirada y ver en ella la vergonzosa caricatura de lo que nunca existió.


Daría todo por una razón, por escuchar de tus labios una razón para matarme, para mentirme, un motivo para abrir el suelo y dejarme caer en el abismo. Daría todo por una palabra sincera. Daría mil noches de sueño si con ello olvidara la tibieza de tu piel y el sabor de los besos escondidos. Porque así como estoy, desgarrada y en penumbras, no puedo sino maldecir todo, al tiempo que me trago el llanto que todos prohíben.


Si tomaras mi mano un instante y escucharas lo que mi corazón, lento en su palpitar, es capaz de gritarte sin soltar siquiera un murmullo. Te abrazaría aun sin merecer mis caricias. Te besaría, a pesar de no merecer el calor de mi aliento. Te endulzaría la vida... y aquí estoy, esperándote incluso. Esperando con la certeza de no verte llegar jamás. Con este dolor que dejaste, cubierta del polvo del recuerdo y lavando a diario el olor de tu piel entre mis piernas. Ten piedad, escucha y hazlo por mí. Roba de mi vida lo que es tuyo y harás que aquella mujer que encontraste reaparezca al mundo y sonría la llegada de un nuevo amor.


Devuélveme la luz que había en mis ojos, devuelve mi tiempo, mi espacio, regresa mi rutina a donde pertenece y no alteres más mis pensamientos así... Hazlo por compasión. De rodillas me pongo ante ti, despojada de orgullo, olvidada de la dignidad. Regrésame la vida que te entregué sin pensarlo. ¿No ves acaso que estoy muriendo? ¿No ves que este dolor que has causado se vuelve cada día más insoportable y más profundo? ¿No ves que no es verdad que soy fuerte? ¿Que no puedo más con esta soledad, con todo aquello que me hace pensar aún en ti? Será lo último que pida, un simple favor.


Y ni todas las palabras que pueda escribir, ni todas los silencios que me inspires serán suficientes para expulsar de mi alma las ruinas de cada momento en tu vida, si todo cuanto me rodeó formó parte de un mundo compartido, cuando las pequeñas cosas, lo desagradable y lo inexistente, de pronto se transformó en el escenario más bello y vivió para alegrarnos, para hacerme renacer y creer que tu voz era cierta. Llévate, pues, todo cuanto es tuyo y alivia mi herida. O que tu vida se cubra del más oscuro abismo.

21 junio 2009

En conquista


Comprenderte
en
pocas
batallas
sin
ganar
ni
perder
ni
sentirme
sorprendida
por
ello.
Sólo
enamorarme
de
ti
por
cualquier
motivo,
hasta
el
que
no
conozco.

17 junio 2009

Así de lento


Es un placer sufrirte
como te estoy sufriendo.
Así de lento,
así de profundo.
Me duele el alma,
estoy en esta oscuridad
que me revienta.
¡Qué dulce es este dolor!
No estás aquí,
no sabes qué me pasa.


Esta piel me grita tu nombre
y me duele tu nombre,
cuando no sé otro más.
Estás en mis venas,
quemas mis ansias y te sufro.
Dulcemente.
Eres mi dolor favorito.
Así de lento,
así de profundo.

16 junio 2009

Neblina


Tan profundamente he vivido,
tan profundamente he muerto.
Ahora no hay limbo más lento que éste.
¿De qué lado estás?
¿A dónde habré de ir?
Apenas escucho murmullos desafinados.
No te reconozco,
no te conozco.
No sé de ti ni de mí.
Es sólo mi camino,
es sólo mi tiempo que nunca
se acaba y siempre
me parece tan tarde.
Siempre de prisa.
¿Serás mi principio?
¿Serás mi final?
¿Serás mi motivo?

Divino rencor


Voy a matar tu sonrisa y a hacerme un collar con tu cabello y tus grandes dientes.
Diseñaré un bolso de fiesta con la vieja piel de tu cadera y de tu espalda.
Voy a alimentar a los perros con tus brazos, mientras me rasco la entrepierna con tu lengua.
Con tus pies enormes trazaré un camino de huellas jodidamente podridas:
de tu casa a la mía y de mi hogar hasta ella.
Reconocerá tu sangre entre mis labios;
y le contaré que me amabas, y por cada día de coraje y náusea que me dieron, la haré llorar.

15 junio 2009

Encierro


No hay nada más dolorosamente suicida que un encierro voluntario y una soledad no deseada, porque uno se va acabando, apagando; dejan de responder los huesos y los ojos se agrietan como perdiendo fertilidad. Yo estoy que me ahogo de silencios. Como voy, quisiera que el mundo fuera otro y no éste. Como voy, quisiera hacer de mi vida un poema no escrito, jamás pensado, pero siempre sabido. Apenas recuerdo cuando era niña y creía en tantas cosas... Hoy no puedo más que borrarme la vista con el llanto permanente de mi encierro. Me siento muerta. Me falta vida. Me siento muerta. Y, sin embargo, me empeño en escribir y en mirar las cosas y en dejarme encontrar... pero no me buscan, pero no me llaman. Y me siento muerta.

Leyenda


Una vez en la tierra estuvieron juntos, se amaron, cada tarde se contemplaban desde el cabello hasta las uñas. No había en el mundo amor tan grande ni respeto exacerbado como el de ellos. Hasta que una noche, cuando dormían, el suelo que pisaban comenzó a dividirse y cada pedazo de tierra flotó por los mares y se concentró después en grandes masas. Crecieron nuevos árboles, se abrieron otros ríos. Todo cambió. Al despertar, cada uno en su sitio nuevo, se sorprendieron del paisaje, se sintieron desnudos sin el otro. No advirtieron lo que sucedía mientras soñaban con unicornios y hadas. Sólo cuando despertaron. Sólo así.

Se trataba de una nueva vida sin compañía y de vivir como pudieran mientras se volvían a encontrar. Llorando por dentro, secándose de tanto anhelar sus cuerpos. Años, mil años pasaron para que el destino y el dios se apiadaran de ellos y entonces miraran sus vidas sin sentido. Una vez amanecieron con la sonrisa dibujada en sus rostros porque todo era distinto. Aún cada uno en sus sitios, en sus lugares, con sus gentes y sus pasiones independientes, se esperaban y se amaban en la soledad aparente de sus caminos.

Él y ella en el mundo, en la tierra dividida, entre gente que no comprende lo que pasa dentro de sí, están para volver a contemplarse desde el cabello a las uñas y no volverán a dormir tan profundamente para no extraviarse de nuevo. Uno velará el sueño del otro y despiertos viajarán entre unicornios y hadas, haciendo de su paso por la vida una experiencia etérea y magistral.

Bendición por nosotros dos


El cielo cerrado augura una lluvia y
yo con las manos vacías siento pasar
el tiempo en el que no te tengo.
Mi corazón se encaja hasta dolerme
con su alergia al destino jugador.

Mala pasada, eso es. Llueven
entonces unas gotas secas.

No nos pertenecemos aún porque
la gente nos estorba, nos cierra
el paso, se burla de ti y de mí.

Somos un par de perdidos cuya
voluntad se prueba ahora entre
melancolías y desencuentros.

Tócame la mano con tu falta.
Mi mano fría y vacía. La cierro y sé
que te tengo. La abro y te dejo volar.

Cada astro en su lugar correcto,
yo en el mío que no me correspondía
cuando lo correcto es medir un centímetro
de ti a mí. O menos, mucho menos.

Naturalmente que enmudezco. Ya sin voz
para llamarte decido mirar la lluvia y
esperar. Vas a venir, vas a amarme,
a beberme gota a gota.

Voy a sudarte y a correr por tu espalda.
Pero falta tomar camino y pedir
una bendición por nosotros dos.

Ausente

Amanece de pronto. Abro los ojos y me doy cuenta de lo feliz que soy. Mi cama, a pesar de su inmensidad, tiene un calor especial aun en las noches de invierno. Las paredes no me engullen, se han vuelto un suave velo que cubre los pensamientos más sublimes desde que he encontrado tu voz, tus ojos. Cada silencio deja de ser el asesino acosador transformándose en un “te amo” susurrado entre las venas. Aquí, dueña de mi espacio y de mi tiempo, recorro cada tono de tus palabras en la memoria, y el cielo se abre dejando mezclar una ligera llovizna con los rayos del sol. Florezco con el riego de tu cariño, me florece la piel. Desde los pies a la frente cobijo la esperanza de estar dentro de ti, cubierta de tus besos, bañada en tu sudor, ligera y tuya.

La brevedad de los espejos multiplica en trocitos la sonrisa que tejo cada día, y el Dios que se esconde, en algún lugar, se pone a sumar los sueños en que te atrapo. Siempre y en todo estás y persistes, recordándome que el destino es justo y nos ha hecho encontrar. Ahora, cuando miro el mundo, me doy cuenta de que amo todo porque en cada persona, en cada paisaje, en cada objeto que percibo, hay una experiencia que me lleva más a ti.

En ocasiones me urgen las noches para imaginar que duermes a mi lado, yo abrazándote en un beso y reposando mi rodilla en tu pierna, y mientras tú descansando tu mano en mi vientre y yo siento entonces que te amo más por eso: porque te atreves a acariciarme aun cuando cierras los ojos y te hundes en un sueño extraño a mí.

No he visto más la pena que me recorría el cuerpo, se ha ido y con su partida he volado, despegué del suelo que me hacía caer. Particularmente siento que la vida es algo más que estar aquí cuando inhalo tu recuerdo. Estás, en tu ausencia, pegado a mi piel, en cada poro. Estoy aprendiendo tan fácilmente a saborear tu invisible tacto, aquel que emociona mis ideas y me hace sonreír y sentir mujer completa. Bebo de tu mano la bendición más grande que es tu amor.

Pero necesito algo más para ser de ti, por ti y contigo. Preciso algo más para saber que te entrego todo cuando me doy cuenta de que el todo común es una pequeñez, que seguramente hay más para darte. Tómame, que aquí estoy. Ahora es lo que tengo para ti. Se trata de mi ser, de mi pequeña vida hecha enorme desde que te presiento entre mis dedos. Exprime hasta la última gota de cariño que encuentres en mí. Déjame sentir el dulce dolor de una breve despedida y vuelve en un abrazo a entregarme el corazón. Quédate siempre a mi lado, llorándonos el tiempo que pasamos solos y haciendo fuego del momento excepcional cuando nos encontramos. Ya no estamos perdidos.

Abro los ojos, desde hace tiempo, y me doy cuenta de que soy una sonrisa de ti. Me entero de que soy un puñado de ansias aguardando tus caricias y me consumo en la desesperación de sentir los ligeros roces de tus labios en mí haciéndome explotar. Me pareces increíble y por demás excepcional. El resto te lo diré y lo sabrás con el mínimo acto y razón: cuando estornude, cuando te mire apenas, cuando toque tu cuello, cuando sacuda mi falda, cuando te grite que me dejes en paz. Eso será un acto de amor. Estaré diciéndote lo mucho que te quiero. Y podría estar haciéndote el amor sin atreverme a tocarte.

Aquí, ciega para el resto de la gente, me quedo hasta que llegues, extiendas tu mano para tomar la mía y comencemos a andar por cualquier rincón, ajenos a todo. Solos, invencibles, eternos. No queda nada más qué hacer excepto vivirnos y después... después dejarnos morir en un inmortal beso.

14 junio 2009

Deseo


¿Cómo, deseo, llegas ahora tan tranquilo a desvelarme? No te es permisible hacerme olvidar, hacer que guarde las palabras dichas. Deseo, no vengas hoy a confundir mis pensamientos, pues eres sólo un vagabundo sin puerto de llegada, y yo no quiero dejarte entrar...
Pero no cerraré la puerta. Voy a mirarte pasar desde un rincón, en silencio y sin ansias. No te detengas a hablar conmigo. Mis labios no habrán de responderte, mis oídos ignorarían tus cantos de seducción. No, deseo, no te es permisible borrarme la memoria ni por un instante; no busques mi caída confusa. Sólo eres deseo, tentación perversa, sólo eso eres cuando duermo y sueño. ¿Cómo es que llegas así, sin aviso, tan arrogante? Aquí no podrás detenerte, debes seguir tu camino sin distraer más mi atención; no borrarás de mi mente la historia ocurrida. No lo mereces y no lo permito. Deseo, quiera el destino que no te vuelva a negar.

Ensoñación


En la soledad de mi silencio
vienes a mi mente
y te presentas distinto,
me arrancas el alma.


Con tu voz casi deshecha
has tomado mis entrañas
en tus manos y aprietas
los puños.


Entonces va escurriendo
tu recuerdo,
cuando comienzo a despertar
en el abismo que ha creado
tu llegada.

De la agonía



El llanto escondido,
sumergido hasta las vísceras,
es una muerte que se resiste,
que poco a poco acaba con la sangre,
con los esporádicos latidos del corazón
y con el cuerpo harapiento que se arrastra,
lento, bajo, débil.

Ese cuerpo de lástima que repta en las sombras
se abandona a su suerte,
que espera conocer, aunque fuera de prisa.

Y después el llanto se vuelve coraje
y luego el más destructible rencor.
No deja nada, es decir, no deja nada bueno
porque siempre queda alguna reminiscencia
y mucho del orgullo, que no sirve para nada.

Se acaba el cuerpo que mendiga
y sólo queda el esqueleto que, para su desgracia
o su fortuna, empieza a conocer una lágrima.

13 junio 2009

Neuralgia

No he sabido ser
más que un dolor
de cabeza,
arbitrario,
insistente...


Una buena jaqueca
para recordar.

A tu merced

Dame la muerte con un beso,
quiero resucitar en tu carne a tu deseo.
En estas pupilas es en donde existes,
llorándote,
sangrándote.


Tu saliva es el vino que deseo,
el veneno que me hará vivir
matándome,
quemándome.


Donde sea,
cuando sea,
mi anhelo es ser tu piel
y sudar tu sudor
y dormir contigo sin que que
te des cuenta de mi pasión.


Quítame el aliento,
desgarra mis muslos,
que no quede viva,
ni aquí ni ahora.


Entraré en ti por tus labios;
serás mi casa, mi nuevo hogar.
¿Cómo haré para que me beses
esta noche?
Si estás tan lejos,
en algún punto,
lejos de esta habitación.


Dame posada, alójame en tu piel;
seremos uno y te recorreré los poros
hasta quedarme dormida
y empalagosamente cansada.


Déjame beber tu dulce saliva y morir.
Quiero morir en tu boca.
Es cuestión de que muerdas mis labios
y entonces estaré por siempre en tu deseo.

Un acuerdo más


Es que no puedo decir que necesito un amor porque el amor lo tengo en el diccionario. Lo que me hace falta, y lo has de imaginar, es un beso; y después del beso, un abrazo, y después una caricia y repetir la caricia... ¿vas entendiendo? No creas que te pido una aventura, mucho menos que seas un momento con su respectivo olvido y un posible arrepentimiento. Pero da igual lo que pienses si lo que importa ahora es mi "necesidad". Una imperante necesidad de hallarte dentro de mí, diciéndome acelerados respiros y, si se te ocurre, una palabra bonita para hacerlo menos frívolo y evitar que te sientas... ¿utilizado? Es una buena palabra; acertada, si tomamos en cuenta que somos un complejo instrumento para complacer y de paso... digamos... elevarnos. Podríamos descubrir el nirvana... No, no el amor, ni lo menciones. ¡No lo menciones! No pronuncies el amor. Mejor transfrórmalo en un beso. O mejor, en tu nombre.

Ese misterio


Soy un misterio. Quiero conocerme desde las vísceras hasta la piel,
pasando por los músculos sin omitir los huesos y la sangre.
Quiero deshacerme el alma, colgarla al sol hasta que sequen
sus costras y entonces cambiar su lugar.
Quiero arrancarme la razón de ser como falazmente soy.
Quiero desarmar mis vértebras y formar mis miedos.
Quiero tomar mi hígado entre las manos.
Quiero exprimir los pulmones de tantos suspiros y
escupir la voz que me ahoga.
Quiero desprenderme las uñas de una vez, enterrarlas
en mis oídos hasta gritar.
Quiero vaciarme alcohol en los poros y sentir que me quemo.
Quiero cortar de raíz la imagen que contemplo en el espejo
porque tal vez no sea más que una mentira.
Quiero elevarme a mi origen.
Quiero reconocerme en mis bostezos.
Quiero aplastar mis entrañas en un arranque de euforia
y sacar las espinas y el dolor.
Quiero borrar mi sombra agitada.
Quiero creer que me he reconocido sin nada.
Quiero transformarme, quiero reconstruirme.
Quiero tragarme la idea de haber desentrañado ese misterio
que me envolvía.
Quiero resurgir desde dentro y gritar “¡aquí estoy!”.
Quiero comprenderme ahora y mañana y todos los días,
porque desde hace siglos he desconocido a esta mujer.

Adicta



Quise dejar de beberte y, a cambio,
inyecté tu sudor en mis venas.
Dolorosamente fuiste recorriendo
el camino hemático, delineando en
cada órgano casi enfermo
toda tu brutal existencia.


Las yemas de mis dedos hundían
sus mapas en mis brazos, y luego,
no conformes, se aferraban a mis muslos
cual ventosas.


Estaba intoxicándome de ti;
cambié una manía por otra y
anoche me administré una dosis más
de tu jodido recuerdo, porque a tantos días
de aquella primera vez, me sigue
costando la vida exprimirte.

12 junio 2009

Decreto



Maldito amor que hieres el alma, quiera el destino que tu castigo sea enamorarte día tras día y jamás sentir saciar tu sed. Que al llegar la noche y duermas, desees despertar para olvidarte del dolor del sueño y al abrir los ojos, cada mañana, no quieras más que reposar tu cuerpo, dormir y no sentir las heridas aún abiertas.


Quiera la vida que la pena de sentirte solo jamás se termine, a pesar del cuerpo que descanse junto a ti alguna madrugada; que no sean más que furtivos encuentros y al cabo de unas horas vuelvas a ese incesante espacio en donde tu voz es el único testigo que te escucha.


Maldito amor, pena siento y odio y rencor de haber tenido en ti una esperanza; maldigo el día en que mis ojos te miraron, maldigo la hora en que mi voz dijo tu nombre; muero de odio y de asco, muero de pena y celos, de rabia, de tonta.


No hay en mi alma sino un augurio de corazón para ti: que tengas larga vida, que sean tantos años los que tengas por vivir, y en ese tiempo sientas el amor más grande y más sincero; que entregues tu vida, tiempo y verdad; que te entregues todo tú, sin miramientos, sin temor a nada; que lo des todo por una pequeña luz de esperanza, y que esa esperanza jamás se apiade de ti.


De corazón deseo que el sufrimiento te cubra con su oscuro velo y te haga llorar como un niño, inconsolablemente, amargamente, eternamente, y al hacerlo recuerdes, arrepentido, que aquí estuve yo.


Así, amor, quiero que mueras en vida y jamás encuentres consuelo en boca alguna; que nada te emocione como antes en tu juventud, que no desees más que morir y tu vida, a cambio, se prolongue, sea tan larga como la agonía que hoy atravieso; que nunca enferme tu cuerpo, que sea siempre fuerte; que tu mente no pierda lucidez, y más aún te cuestiones la causa de tu desdicha.


Estoy llena de odio, de dolor todavía, porque es hora en que no dejo de amarte y de pensar en los dos; y es este atormentado sentimiento el que me invita a bendecir el camino que sigues: que esté lleno de amor, del jamás correspondido, y muerdas tus labios para no llorar de vez en vez; que tengas ganas de correr y encontrar alivio y no recibas más que palmadas de consuelo sobre e hombro.


Es triste lo que veo para tu vida: un tiempo lleno de gente que viene y va, que no se queda, que sólo tiene unos minutos por prestarte y con ninguna exista historia completa que contar; que no sean más que efímeros encuentros, fragmentos de días, trocitos de recuerdos que apenas podrían llevar un nombre.


Que en adelante no merezcas el amor; que nunca seas el hombre que una mujer sueña, que no seas hombre, que te vuelvas un chico abandonado, solitario, y añores los días en que pudiste haber cambiado todo y ser feliz y estar completo... y ser feliz.


Ruego al cielo, amor, ruego a la vida, al destino, al espejo, a tu memoria; le pido al viento, al sol y a todo aquello que me habla de ti, que nunca te falte amor por entregar, sino al contrario, y sea tanto que te ahogue día a día, y por las noches te haga llorar y no sentir sueño; que arañes las paredes y mires al espejo tu triste imagen de mirada vacía, de besos jamás probados.


Ojalá quede en ti la sensación de quemarte vivo, añorando el saludo de tu amada, las buenas noches, la respiración de sus pulmones en tu nuca; esperando los días de fiesta, de paseo, las noches de hacer el amor como debe hacerse el amor, y sentir como se siente hacer el amor; que el deseo de hacerlo jamás se te cumpla, y no padezcas más que la tristeza de un orgasmo fingido entre unas piernas putas, abiertas sin más, sin nombre ni apellido.


Y es así de grande mi dolor ahora, que no puedo más que pensar en ti, y me dueles tanto, amor, insistes en no salir de mi memoria; te quedas instalado en mi corazón que ya no puede más y te repite: maldito amor, Dios quiera que algún día, que llegue el día, en que te acuerdes de mí y desde entonces me pienses siempre y mi nombre se vuelva tu sepulcro.