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Nadie lo pidió, nadie estuvo para desearlo,
fue sólo que el destino se hizo tal
y sin preguntar nos arrojó a una historia.
Y esa historia quedó tendida en la banqueta,
entre pasos insistentes y ladridos de perro,
cubierta por fechas discontinuas y letras de fondo.
No se entiende el abismo de su pensamiento
ni es posible comprender sus risas,
mucho menos ignorar el temblor de su sueño.
Y no hace falta decir más,
no hace falta saber menos
con tanta obviedad.
El destino juega a quitarnos los zapatos,
a ponernos sobre el fuego,
se entretiene con laberintos sentimentales,
tira del hilo y repasa memorias.
Esa historia queda tendida sobre una cama gris
y pide silencio para no despertar,
pues al abrir los ojos es seguro
que las nubes no dejen entibiar el corazón.
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