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Siempre es igual... la soledad tan sumisa
y rencorosa,
con un temor de entregar el fastidio
y colgar los llantos en la ventana.
Del otro lado,
tanta gente que me espera
o que sencillamente no me sabe aún.
A punto de poder decir tu nombre,
otros labios me arrancan el aliento.
Y a pesar de que el tiempo no perdone,
estaré hasta que el cansancio
venza mis esperanzas.
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